Estos últimos días han sido de locos. Todo lo que ha pasado después de la carrera de Long Beach ha sido nuevo para mí. Llevo casi dos semanas de eventos y compromisos prácticamente sin descansar y ahora ya empiezo a estar al borde del colapso porque se empiezan a solapar con jornadas de trabajo en el simulador y unos test que tengo previstos para la semana que viene. Es el precio de ser campeón de la IndyCar, así que bienvenido sea.

Este domingo termina el campeonato en Long Beach y ya sólo quedamos tres pilotos en la pelea por el título de IndyCar. Yo llego como líder y con una buena ventaja de puntos tras ganar en Portland y terminar segundo en Laguna Seca. Hemos hecho la mitad del trabajo, pero ahora nos queda la parte más importante.

Cuando sales de la Pole Position siempre crees que ya has hecho lo más difícil y que ahora puedes limitarte a controlar la carrera, pero Portland no fue nada de eso. La recta de meta era tan larga que me cogieron el rebufo y el liderato no me duró ni una frenada, y de repente mi vi en medio de una montonera que me hizo pensar que todo se había ido al traste.

Llega el momento de la verdad. Tres carreras en tres semanas y sabremos quién se lleva el campeonato de la IndyCar.

El abandono de este fin de semana en Indianápolis me dio bastante rabia. Tenía bastantes opciones de terminar en el podio y de abrir un hueco importante en el campeonato, pero cuando faltaban pocas vueltas para el final el motor se rompió y tuve que retirarme. Son cosas que pueden ocurrir en las carreras, pero eso no quita que sea una lástima que pasen justo ahora que hay tantas cosas en juego.

Séptimo en Nashville y una carrera menos para que termine el Campeonato. Fue un fin de semana bastante estresante, porque la pista era realmente estrecha y cada vez que alguien intentaba adelantar había un accidente y una bandera amarilla. Pero por suerte no sólo he sobrevivido, sino que he ampliado nuestra ventaja en la clasificación sobre O'Ward y Newgarden, de modo que no fue un mal domingo.

Hasta el 8 de agosto no hay otra carrera de IndyCar, pero me temo que no estoy de vacaciones. Estas semanas que vienen ahora serán muy importantes para preparar la segunda mitad de la temporada. Quedan seis carreras por delante y ahora es el momento de levantar la cabeza, ver dónde estamos y definir cómo encaramos la fase decisiva del año. Pasaré el verano entre la fábrica y el simulador, y también haré algún que otro viaje a los circuitos para hacer test.

Road America empieza a convertirse en mi talismán de la buena suerte. El año pasado conseguí aquí mi primer podio en IndyCar. Esta temporada, mi segunda victoria. Os dije después de Detroit que en Elkhart Lake tendríamos una oportunidad real de pelear por la victoria y que teníamos que obtener un buen resultado para mantenernos en la brecha por el campeonato, y eso es justo lo que hemos hecho. Hemos hecho los deberes y ahora tenemos unos días para celebrarlo antes de Mid-Ohio.

Sabía de antemano que Detroit sería un fin de semana difícil, pero al final me marcho con un podio bajo el brazo. No puedo decir que el balance global sea excelente porque la primera carrera fue dura, pero tampoco ha sido una mala experiencia. Ahora Pato O’Ward lidera el campeonato por un punto de ventaja, pero estoy convencido de que podremos llevar la lucha hasta la última carrera si conseguimos pulir un par de cosas y repetir más actuaciones como la del domingo.

Al final fuimos tan rápidos en las 500 Millas de Indianápolis que estuvimos a un suspiro de terminar el domingo con una buena botella de leche y el trofeo Borg Warner. El único consuelo aquí es que perdí contra Helio Castroneves, que es uno de los mejores pilotos de la parrilla y que ha hecho algo muy grande al conseguir su cuarta victoria. Estoy convencido de que tendré más oportunidades en los próximos años, aunque una parte de mí sabe que no siempre llegaré a Indianápolis con un coche tan rápido como el de esta temporada.